Las mujeres han desempeñado distintos roles en el seno de las empresas familiares, desde que éste tipo de organización económica emergió.
A veces como compañera sentimental del fundador (siendo jefes invisibles y gestoras de lo emocional, como las llamaría la Profesora Patricia Monteferrante), y a veces como fundadoras ellas mismas (Como Kris Jenner la matrona de las célebres kardashian). A veces como heredera de una empresa familiar (Adriana Cisneros) o hasta como una resiliente viuda (como la Clicquot Ponsardin). Sea cual sea el reto, que las empresas familiares ponen frente a la mujer, estas parecieran casi siempre, están a la altura de los mismos.
En este artículo abordaré brevemente el caso de dos mujeres, que han sabido llevar a sus respectivas organizaciones familiares a niveles de progreso tal, que han disipado contundentemente y para siempre, cualquier duda sobre sus capacidades. Aquí las reseño:
En primer lugar, María del Mar Raventos Chalbaud. Fue la cabeza del Grupo Codorniú, la empresa familiar más antigua de España, lo que no es poco decir. El origen del Grupo data de 1551, cuando Jaume Codorniú se dedicaba a la viticultura en el archiconocido Penedés, en Cataluña. En su caso, llegar a la máxima dirección de la empresa familiar no fue únicamente una consecuencia natural de ser parte de la familia. Y menos en una familia con unos 216 accionistas que en la actualidad, derivan de 5 ramas distintas del árbol genealógico. Fue su formación profesional y su destacada trayectoria dentro del negocio familiar, lo que le garantizó llegar un día a su rectoría. Es decir, no fue simplemente el hecho de pertenecer a las quinceava generación, lo que la puso en la silla del CEO (ya van por la generación 18, por cierto), sino (i) sus capacidades y (ii) su obvia vocación natural de servir dentro de la empresa de la familia. Esto modelo vocacional/meritocrático, es sin duda algo que, muchísimas empresas familiares deberían examinar detenidamente e incorporar a su ADN, si quieren alcanzar esa longevidad y resultados económicos parecidos.
En segundo lugar, Adriana Cisneros Phelps. Venezolana, y miembro de la tercera generación, de tal vez la dinastía familiar más importante de ese país. Esto en términos, no sólo de volúmenes de negocio, sino de diversificación e innovación. Es un excelente ejemplo de la heredera que aporta muchísimo más, que alargar la presencia de un apellido en una empresa familiar. La más pequeña de tres hermanos e hija del magnate Gustavo Cisneros, tenía frente a sí, unos zapatos que llenar, que no eran precisamente pequeños. Su padre junto a sus inseparables hermano Ricardo y primo Oswaldo, habían forjado una fortuna, que ya para el año 1984 facturaba unos 2.500 millones de dólares anuales. Sin embargo, a pocos años de haber asumido la jefatura del Grupo, este se muestra imparable y en franco crecimiento. En su caso también podemos observar la confluencia del modelo vocacional/meritocratico. Durante años trabajando dentro de la organización, y bajo la tutoría de extraordinarios ejecutivos que habían estado durante décadas en el Grupo, ella surgió como la obvia elección al momento de la sucesión.
Existen muchísimos más ejemplos, que los que he mencionado, y que el lector podrá con facilidad encontrar sin necesidad de escarbar mucho en la web. Y esto no hace sino dejar patente una cosa. Las mujeres son del tamaño del reto que tenga frente así, y el valor que pueden aportar es inconmensurable y digno de emular.
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